Los países desarrollados alcanzaron ese nivel de desarrollo como consecuencia de una fuerte inversión, tanto política como económica, en la educación de sus habitantes.
Estos países cuentan con un alto progreso en materias como ciencia y tecnología, lo que propende a una mayor oferta académica en esas valiosas áreas.
La estrategia de la cuarentena para controlar los casos de infección, si bien por momentos detuvieron la economía, no afectaron de manera drástica a la población, lo que se avizoró en lugares como Suiza a Suecia, quienes rápidamente lograron alcanzar las metas esperadas.
Los países en vías de desarrollo como el nuestro no pueden sin más copiar la fórmula de los países ricos, porque es una estrategia pensada para una realidad social distinta, con niveles sociales, científicos, tecnológicos y económicos diferentes.
El aislamiento estricto no solo paraliza la economía, implicando una reducción drástica de los ingresos monetarios a los hogares sino también a las arcas del Estado, que luego cuenta con escasísimos recursos para ayudar asistencialmente a los individuos que quedan económicamente desahuciados, procurar un nivel mínimo de insumos hospitalarios para paliar las consecuencias del virus y comprar vacunas para evitar que el COVID siga arrasando con la población nacional.
La cuarentena al inicio de la pandemia fue una decisión acertada mantenerla ad eternum es irracional, si se tiene en cuenta la ausencia de una fortaleza económica, y también, aunque duela aceptarlo, la precariedad educativa con que cuenta nuestro país.
Se trata de una medida solo surte efectos si se trata de una medida restringida en el tiempo y dirigida a una población que, a través de su comprensión y entendimiento, la cumple e internaliza las medidas sanitarias propuestas para paliar la propagación del virus, a sabiendas de que una vez finalizado el tiempo de aislamiento total viene el tiempo de internalizar las indicaciones oficiales tendientes a solucionar la crisis sanitaria.
